Addo Elephant National Park (parte 3)

03 noviembre 2009
Una de vida salvaje

El día se había levantado frío -es lo que pasa en invierno- y en el game drive matutino en el vehículo turístico del parque habíamos visto muy poca cosa: un chacal de lomo negro, unos cuantos kudos, cobs acuáticos pero ningún elefante. Así que, después de desayunar cargamos las cámaras y nevera en el coche dispuestos a pasar todo el día disfrutando de la naturaleza.

Facóqueros, suricatas, tortugas leopardo, búfalos ... pero los elefantes no se dejaban ver.
Eran las once y media de la mañana y el sol quemaba de lo lindo cuando de pronto vimos dos machos saliendo del bosque a unos 200 metros de la carretera caminando hacia la colina. En nuestro mapa del parque figuraba un bebedero justo al lado de la carretera.
¡Vamos allá! dijimos.

El bebedero se llama Carol's Rest en memoria de Carol Erlank, esposa de un antiguo jefe ranger del parque: sus cenizas se esparcieron allí ya que era su lugar de obsevación favorito.


Al llegar a la balsa, encontramos un pequeño chacal bebiendo y unos facóqueros que después de beber se revolcaban por el barro y se rascaban todo el cuerpo contra un tronco de árbol seco.

Poco rato tardaron en aparecer los elefantes en lo alto de la colina. Los tres machos caminaban con paso firme hacia el bebedero. Tal como habíamos pensado, las altas temperaturas del mediodía los empujaban hacia el agua.

No os imagináis lo gratificante que resulta para unos aficionados, unos sencillos turistas al fin y al cabo, haber primero encontrado y después entender y predecir el comportamiento de unos animales salvajes. Pero no se acaba aquí la función.

Tal como llegamos al bebedero, los tres machos empezaron a beber utilizando sus trompas. Durante unos minutos no hicieron otra cosa que beber desde la orilla de la balsa, y mientras hacían eso, a los facóqueros no parecía importarles el tener que compartir espacio con ellos.
Pero pasado un rato, los elefantes pusieron las patas dentro de la balsa y comenzaron todo un festival de chorros. Parecía una tormenta de lluvia provocada por las tres trompas. ¿Habéis visto alguna vez todo el mojadero que hace un elefante cando se ducha? pues multiplicarlo por tres para tener una idea del magnífico espectáculo que allí se daba en esos momentos.

Aquí, los facóqueros desaparecieron de la escena, como si pensasen que la ducha no es cosa de puercos. El chacal hacia rato que se había esfumado.

Pero no penséis que la ducha consiste en rociar agua por todos los lados, no. En realidad, cada individuo sigue aproximadamente el mismo ritual: después de beber, primero se tira agua sobre la cabeza por la derecha y por la izquierda, acto seguido hace lo mismo por la derecha y por la izquierda de la barriga, y finalmente se remoja el lomo por la derecha y por la izquierda antes de comenzar otra vez. Normalmente la sesión acaba con una capa de barro protector para protegerse tanto del sol como de los parásitos. Es por eso que los elefantes salen en las fotos de diferente color dependiendo del color de la tierra del lugar en que viven.

Cuando llevábamos unos seis minutos de sesión higiénica, por el bosque al fondo aparecieron un grupo de hembras jóvenes- Los elefantes viven separados de los machos adultos por un lado, en el que uno de ellos es el macho dominante, y las hembras jóvenes por otro lado gobernadas por una matriarca- que se paró en medio de la esplanada a unos 150 metros de la balsa. Claramente no las tenían todas consigo en vista de la excitación casi lujuriosa de los tres machos en su jacuzzi.

Durante cuatro minutos estuvieron olfateando el aire y prudentemente observando a distancia, aguantándose la sed a la espera de su turno para acceder al agua. Los elefantes beben entre 80 y 200 litros de agua al día, y la presencia de diversos cachorros al menos uno de ellos de pocas semanas, hacia crecer la impaciencia del grupo. Finalmente uno de los jóvenes fue enviado como explorador para acercarse y captar la agresividad de los machos.

Los tres machos estaban en medio de la balsa. El joven se paró en la orilla. Parecía que estuviese pidiendo permiso a los machos en nombre de todo el grupo para acercarse a la balsa a beber. No hacían falta palabras para entender lo que pasaba. Era como una película en versión original en una lengua desconocida que se podía entender por el lenguaje gestual.


Al ver que la respuesta de los tres machos no era agresiva, todo el grupo se acercó para emprender el ritual del baño.
Nosotros no parábamos de hacer fotos. Contentos y emocionados de haber presenciado tal episodio de interacción entre grupos de animales salvajes. La información de hora, minutos y segundos que quedaba grabada en cada fichero fotográfico, nos ha ayudado a rehacer toda la secuencia de acontecimientos en el momento exacto de cada acción.



Texto redactado por Vicenç Bernad en catalán y traducido al castellano por la autora de este blog

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